Quizás de las islas de Indonesia, Java sea conocida por su nombre pero menos visitada que otras vecinas como la turística Bali. Sin embargo, nada tiene que envidiarle a ésta, ya que Java posee secretos arquitectónicos de belleza sin igual como los templos de Prambanan o Borobudur. Posee unas selvas alucinantes que no te dejan indiferente, con muchas opciones para realizar actividades como trekking o rafting y pueblos muy auténticos que aún no han perdido su esencia, donde conviven de manera respetuosa diversas religiones y culturas como la china, la musulmana, la cristiana, la budista, etc. Además sus volcanes siempre presentes desde cualquier punto de la isla, permiten al visitante disfrutar de unas vistas increíbles una vez alcanzado el cráter, después de haber disfrutado de una ascensión de horas a pie.
Llegamos a Java después de una estancia en la turística Bali, y según llegamos a nuestro hotel en Yogyakarta (Yogya para los Javaneses) descubrimos una isla amable, de gente muy humilde que recibe al visitante con gran respeto y hospitalidad.
Yogya, la capital de la isla es caótica, con mucho tráfico de motos (como en todo Indonesia), de carros de caballos y algún coche. Es una urbe colorida, polvorienta, con madrugadoras mujeres que acuden a las cuatro o cinco de la mañana a los mercados de agricultores locales a hacer la compra del día para preparar la comida de toda la familia.
Las calles de la ciudad son un paseo por edificios coloniales de otras épocas y puestos de comida callejera que te transportan a un mundo alejado del que estamos acostumbrados en nuestro día a día.
Para pasar un buen día de trekking en Java, es indispensable subir a su volcán, el monte Bromo desde hay unas vistas espectaculares de toda la isla y desde dónde todo al llegar arriba para mucho más relativo de lo que es abajo.
Prambanan está compuesto por pequeños pabellones que forman un conjunto pero en este caso referente para el hinduismo. Cuando estás en Prambanan te sientes como un explorador de alguna película, recorriendo sus viejas piedras erosionadas y ennegrecidas por el paso del tiempo. Y su silueta al atardecer es una de las vistas más bellas que puedas llevarte de la isla.