Uno de mis últimos viajes ha sido una escapada express a Roma dónde pasé únicamente un fin de semana. Y es que soy de esas personas que prefiere estar 24 horas en una ciudad como Roma que no estar.
Todos los que conocéis Roma sabéis que no es posible conocer la ciudad en 24 horas porque es una ciudad con infinidad de arte y rincones maravillosos que merecen tiempo. Pero he viajado en anteriores ocasiones a ella con menos prisa así que podía permitirme no profundizar en esta ocasión.
Lo primero que hay que plantearse cuando haces un viaje rápido a una ciudad es la situación del hotel. Tiene que estar estratégicamente céntrico para que te permita salir por la mañana paseando por los sitios más turísticos sin perder el tiempo.
Nuestro hotel se encontraba en una de las calles aledañas a la Fontana di Trevi lo cuál facilito mucho el aprovechar bien el día que pasamos en Roma.
Tras llegar el viernes por la noche a la ciudad y dejar el poco equipaje que llevamos en el hotel, nos adentramos en las oscuras y empedradas calles romanas para cenar en una trattoria de las que no son frecuentadas por turistas, Spageteria L'archetto en via dell'archetto 26.
Salir a pasear de noche por Roma es algo indispensable. Recorrer las calles sinuosas que llevan desde la Fontana di Trevi hasta la Piazza della Rotonda y contemplar el Pantheon iluminado y sin gente permite disfrutar de una manera distinta esta maravilla arquitectónica.
Si se quiere aprovechar el día bien hay que madrugar y desayunar temprano. Además la gran parte de turistas no salen de sus hoteles antes de las 10:30-11 así que les sacamos ventaja para estar en los lugares más concurridos antes que ellos y marcharnos antes de que lleguen ;)
Aún recuerdo la primera vez que callejeando Roma y dando la vuelta a una de sus esquinas, se alzó delante de mi el imponente Coliseo. Es inevitable sentir un escalofrío al alzar la vista y contemplar semejante obra.
Es una experiencia única imaginar cómo era vivir en ese tiempo en la ciudad y toda la historia que había sucedido en las mismas calles que ahora pisamos.
Andando por el Foro romano llegamos a la Piazza de Venezia, una de los enclaves más agitados de la ciudad.
Pero lo mejor de pasar el día en Roma es perderse por sus callejuelas y aparecer en la Piazza Navona con sus fuentes o en cualquiera de las basílicas, piazzas o ruinas que escondidas.
Así descubrí por primera vez una de mis obras de arte favoritas, El Moisés de Miguel Ángel. Situado en el interior de una Basilica poco visitada y vistosa en una plaza escondida en lo alto de unas escaleras. En esa basílica, San Pietro in Vincoli, descubrí la escultura más preciosa y majestuosa que he visto nunca. El Moises de Miguel Ángel por el que sus venas parece que corre sangre y que te deja absorto pensando mientras lo contemplas y piensas que en cualquier momento se pueda levantar.
Para continuar un día tan intenso es necesario detenerse en cualquier local con encanto a tomar un Capuccino y descansar un rato.
El paseo ideal para mi continuaría pegado al río, andando por su rivera para acabar cruzando por uno de sus muchos puentes al Trastevere donde comer un plato italiano. El Trastevere es un barrio de estrechas calles, con ambiente bohemio e histórico dónde encontrar tiendas de lo más actuales, trattorias con polvo en sus paredes y edificios de otra época. Todo ello con un continuo olor a pizza recién horneada y unas casas coloridas al más puro estilo italiano.
Volviendo por la tarde por la senda del río se puede llegar andando al Castel Sant'Angelo desde que el que hacer una visita a la Piazza de San Pietro del Vaticano para de regreso al centro volver a cruzar el río y acabar la tarde realizando alguna compra en la famosa vía del Corso antes de sentarte en la escalinata de la Piazza de Spagna a descansar y observar el gentío de personas que pasan por esta emblemática plaza.
Podemos seguir el recorrido antes de cenar hasta la piazza del Popolo dónde numerosos romanos se reúnen y elegir uno de los elegantes restaurantes de la vía Veneto para despedir un día tan intenso.
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